lunes, 19 de octubre de 2009

Otra historia mas


La llama de la vela resplandecía iluminando el pergamino, el tintero, la pluma y su rostro, aquella faz invadida por una expresión de extremo pesar, angustia, confusión, dolor.
La flama tenía varias horas danzando sin son frente a él, que se limitaba a observar el baile descontrolado del fuego, mirando sin cesar la luz que le proveía la vela, intentando encontrar en ella frases, palabras que le devolvieran la perdida inspiración, que llenaran su ser de aquella belleza que necesitaba plasmar. Ansioso, pensó en aquello que, sin darse cuenta, había extraviado, abrió cada puerta de su alma para invitarle a regresar.
Entrecerró los ojos, pensó en ella, que se había ido –llevándose todo con ella – y suspiró. Evocó cada recuerdo que tenía de aquella a la que amaba, creo ilusiones de fantasía en su memoria, todas sobre ella. Todo fluyó hacia él con nitidez, sintió sus brazos, escuchó su voz y percibió su aliento. Esa mujer se había llevado todo con ella, su inspiración, su felicidad y su alma. Necesitaba escribir otra historia mas, y con ello, demostrarse que era capaz de vivir sin ella, sin su fragancia, sin su sonrisa. Necesitaba encontrar todo el lirismo que antes ella hacía emanar de él, en otra cosa, cualquiera, la que fuera. Tenía que llenar el pergamino con algo hermoso y sutil, que le dijera que no la necesitaba a ella.
Pensó en aquellas necesidades, y entonces se cuestionó acerca de lo que él deseaba, y, sin poder engañarse a sí mismo apartó las mentiras que había en esas necesidades y aceptó, con profunda serenidad, que su corazón estaba anhelante en realidad de encontrar en aquella flama la manera de expresarle a ella todo lo que sentía, de transmitirle un mensaje a través del suave murmullo del viento, de las olas del mar, de los susurros del silencio…
Abrió los ojos, y la llama de la vela se reflejó impávida en ellos, ahítos de pena y de amor, desolados y abandonados. Fríos, vacíos desde que ella se había ido.
Él, petrificado, pensó en su malestar sin solución, en lo inútil que era buscar un remedio que no existía. Sin dejar de observar la vela suspiró lleno de impotencia. Perdido en los recuerdos dejó su imaginación volar y escenificar un encuentro con ella.
¿Qué le diría? ¿Cómo y cuando la vería?
El fuego disminuía, la cera se consumía y él, ensimismado, se dejó llevar por su sentir. Sabía que no la vería nunca mas, su espíritu se encontró a sí mismo lleno de resignación y, junto con la flama, se apagó.

2 comentarios:

Florencia Madeo Facente dijo...

Muy bello relato...La inspiración es la amante más caprichosa...¡Demanda tanto! No obstante, retribuye de manera asombrosa.
Saludos!

Caliche Caroma dijo...

¿por qué se tenía que apagar la vela?

¿no hay una luz que sea luz para siempre?

la esperanza es traicionera y hasta creería que es un engaño de los dioses para que el hombre siga en el camino, el de cada quién...