miércoles, 18 de noviembre de 2009

Acerca de la vida y la muerte

-¿Qué harías, si pudieras elegir el día de tu muerte? –le escuchó preguntar al anciano.
-¿Qué harías, si se te presentara la oportunidad de escribir tu finitud? ¿La aceptarías? ¿Marcarías así, tu propio destino?
El hombre pensó mientras escrutaba el rostro del anciano, milenario y cansado. Elegir su muerte. No sabía si sería capaz de hacerlo. Limitar él mismo su propia vida… sería como un suicidio. Uno no tan horrible, por supuesto.
Dejó sentado al anciano y se encaminó a su casa, todavía reflexionando acerca de la pregunta del viejo.
Cierto día el longevo hombre volvió al pueblo, trayendo consigo un par de tablillas de arcilla y un gancho, jactándose de poseer la clave de la vida y los secretos de la muerte, atrayendo la atención de todos los pueblerinos, suscitando la inquietud a su paso.
Él, al reconocerlo, se le acercó con la intención de preguntarle que eran aquellas incoherencias que gritaba a todos en el lugar, pero al llegar a donde estaba el anciano la multitud se cerró en torno al viejo y le impidió el paso.
-Díganos, abuelo, ¿Cuáles son esos secretos que usted conoce?
-Si, si, díganos veterano.
Los habitantes del pueblo se regocijaban ante tal cosa. Eran tan crédulos que se tragaban cualquier cuento, supersticiosos, así que las palabras del viejo pues, constituían para ellos una total revolución.
-En esta tablilla –dijo el anciano –puedes escribir el día en el que quieres morir, y una vez escrito, así se cumplirá.
La gente rompió en expresiones de asombro, murmullos y comentarios al respecto retumbaron en todas partes.
Él, se limitaba a observar, todos se acercaban a aquella tablilla para decidir ellos mismos el día de su muerte. Un amigo se acercó.
-Quisiera elegir yo mismo el día de mi muerte –le dijo –pero, de ser posible, escogería no morir nunca.
Él se limitó a asentir sin prestarle demasiada atención a su amigo, toda se concentraba en el viejo y en las personas que había grabado ya la fecha para la que deseaban morir.
Seleccionar el día de la muerte, pensaba él, tenía grandes ventajas. Podría organizarse con tiempo el funeral, hacer el testamento, no dejar a los familiares desprotegidos. Pero, ¿no los invadiría el pánico, al acercarse la fecha en que se despidieran de este mundo? ¿No vivirían en temor absoluto los últimos días de su existencia? No, el no quería hacer aquello y sufrir eso los últimos días, prefería quedarse con la alternativa de una muerte inesperada.
-Ya se –le oyó decir al amigo –pondré una fecha que ya fue, así, podré evadir la muerte y vivir para siempre.
Corrió presuroso hacia el anciano, quitó el gancho de la mano de su vecino y escribió la fecha que había pasado meses atrás. Apenas terminó y sus ojos perdieron el brillo acostumbrado, su tez palideció y su cuerpo se enfrió, su corazón se detuvo.
-Nunca debes anhelar la inmortalidad –dijo el viejo –así como este hombre, que escribió fecha pasada intentando burlar a la muerte para vivir eternamente. No seáis necios, y entended que la muerte, es el sentido de la vida.