No pretendo la grandeza, no busco nada. Solo pretendo seguir la costumbre de las palabras, palabras inmortales que viven y vivirán por siempre.
Susurros indomables que esperan a ser oídos, implacables y presentes a todas partes. En cada sitio, en cada rincón, dejándose arrastrar por el viento y llegando a cada persona, a cada ser en todos sitios existentes.
Llegan para no irse, y estaremos aquí después del fin de nuestros días mediante ellas, descubriendo nuevos horizontes, abriendo nuevos umbrales hacia el cielo y hacia el mar, mirando, explorando. Porque estarán ahí siempre, en mi vida y en mi muerte, durante siglos y siglos, siempre impacientes en mi mano palpitante, esperando por ser escritas, latentes en la tinta, plasmándose por si solas impulsadas por mis dedos, ansiosas de ser leídas por cada criatura que las vea, por llegar finalmente a su existencia milenaria. Porque las palabras duran y duran, mas que los siglos, mas que las eras. Porque mis manos solo son su instrumento, su medio de tomar forma para no desaparecer nunca. Porque las palabras son mas que solo eso, son un mundo hecho de tinta. Porque las palabras son para siempre.